Imagina ésto. Dos caballeros de la edad media con armaduras impecable hermosas. Salen a la guerra y en batalla uno de ellos se lastima, se daña, se mancha, pierde piezas de su armadura; y al final de la batalla es reconocido como el guerrero más valiente. El desgaste de su armadura significa que es el más arriesgado, el más valiente, el más osado, el que estuvo más al frente de la batalla, el que adquirió más experiencia, el que dejó casi su vida en el campo de batalla pero regresó vivo para contar sus hazañas, para enseñar sus cicatrices y contar su historia, para hablar de su victoria. El caballero que no desgasto nunca su armadura fue aquél que fue cobarde, que no lo dio todo, que quizás hasta huyo temeroso del frente de batalla. Así es la vida, la vida hermosa que Dios nos da, nunca se nos dijo que no tendríamos aflicciones, más bien que Él estaría allí sosteniéndonos. Cuando sufras, cuando tengas miedo, cuando te sientas avergonzado por alguna situación, o sientas que te están tratando de pisotear haciéndote sentir menos, porque tal vez tu armadura ya no sea tan brillante como al principio de la batalla; cuando pase eso, tu levanta tu cabeza recuerda que sin batalla no hay victoria, y que si tu armadura ha sido desgastada es por una buena razón, tu decidiste arriesgar, ta le vez los planes no salieron como tu esperabas, pero ¿qué importa? Ahora eres más sabio ahora que antes, y que hubiera pasado si nunca lo hubieras intentado. No hay mayor tormento que un "hubiera". Que nada destruya tus sueños, si caes, levántate. Y utiliza esas cicatrices que ganaste en la batalla, úsalas para aconsejar a otros, para recordar cómo estabas antes y como estas ahora.
La vida real es así, todos tenemos batallas y todos sufrimos de algún modo, aquí lo importante es tu habilidad para superar esos tragos amargos, y esa habilidad no se adquiere gratis, sino tomando muchos tragos amargos, pero pasa rápido ese trago y después tómate un dulce!
